Divino tesoro (2024)

En el ocaso de su vida, Roberto habita la soledad de su residencia familiar, un espacio que decide compartir al recibir como inquilina a Carmen, una universitaria cuyo ímpetu juvenil comienza a insuflar nuevos aires en su rutina. Esta convivencia transforma gradualmente su perspectiva, despertando emociones que creía olvidadas y revelando cómo la compañía intergeneracional puede reavivar pasiones dormidas. El renacer emocional en la tercera edad se manifiesta cuando Roberto comparte su experiencia con Carlos, un amigo octogenario cuya existencia transcurre entre la nostalgia y el aislamiento. Influenciado por el resurgir vital de su compañero, Carlos decide imitar la fórmula, abriendo las puertas de su hogar a Sonia, una joven futbolista cuyo talento prometedor contrasta con su estilo de vida desordenado. Mientras Carmen encuentra en Roberto un refugio para sus estudios y sueños juveniles, Sonia descubre en Carlos un apoyo inesperado para sus aspiraciones deportivas, tejiéndose así un vínculo que trasciende las diferencias generacionales. La convivencia entre juventud y vejez se convierte en un aprendizaje mutuo donde las experiencias de la edad se entrelazan con la audacia de la juventud. Estas relaciones interdependientes exploran los desafíos de construir puentes entre generaciones aparentemente opuestas, donde la búsqueda de compañía en la vejez se entrelaza con las luchas por alcanzar sueños profesionales. El drama se desarrolla en un entorno cotidiano que pronto se transforma en escenario de transformaciones personales, mostrando cómo los lazos humanos más inesperados pueden convertirse en catalizadores de redención y crecimiento personal, demostrando que el alojamiento intergeneracional puede alterar destinos aparentemente definidos..